HERMENEGILDO SÁBAT: Retratos Esenciales
Comisariado: Cristina Santa Cruz
ZINK Salon Privé®, Buenos Aires, Argentina
Del 10 de noviembre al 23 de diciembre, 2022
OPENING WEEKEND: Noviembre 10, 11, 12, 2022
Exhibición con cita previa
Para esta exhibición hemos seleccionado más de sesenta impactantes obras originales de Hermenegildo Sábat, el mejor retratista latinoamericano del siglo XX —entre ellas algunas piezas inéditas— del género retrato, de altísima destreza técnica y dominio plástico, de extraordinarios detalles fisonómicos y sensibilidad humana, en diversos materiales secos y húmedos sobre papel y derivados.
El maestro de maestros Hermenegildo Sábat nos sorprende una vez más con fantásticos retratos de artistas, escritores, pensadores y personalidades destacadas de enorme peso cultural e histórico, con una carga sensible de infinitos genio y humanidad.
ZINK Salon Privé® es una experiencia itinerante actual, original y exclusiva, a través de la cual el público puede conectarse con el artista y disfrutar de sus colecciones, a través del diálogo directo y el cálido toque humano. Para asegurar la disponibilidad del espacio, y que un comisario pueda estar allí para darle la bienvenida, animamos a concertar una reserva con antelación. Las citas están disponibles todos los días.
Visitas especiales para miembros del cuerpo diplomático disponibles en múltiples idiomas (inglés, francés, español, portugués).
Un catálogo multilingüe totalmente ilustrado, generosamente presentado por Julio María Sanguinetti y editado por Cristina Santa Cruz estará disponible después de la exhibición.
Prensa:
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Lo bello y lo sublime, lo esencial
Por Julio María Sanguinetti
Immanuel Kant, muchos años antes de su monumental “Crítica de la razón pura”, escribió un pequeño ensayo dedicado a analizar cómo las cosas pueden recibirse de modo distinto según la sensibilidad de cada uno. Parte de la base de que, por ejemplo, la descripción de una tempestad en el mar o la representación pictórica del infierno por Milton, son sin duda sobrecogedoras, pero solo si se tiene sensibilidad para lo sublime, para aquello que, aunque hasta nos pueda atemorizar, nos impresiona por su grandeza, nobleza o profundidad. Bien distinto es observar un hermoso arroyuelo serpenteando un valle florido o la pintura del cinturón de Venus en Homero, para disfrutar de lo cual hay que poseer el sentimiento de lo bello, de lo agradable a los sentidos. La noche es sublime dice Kant, el día es bello. Lo sublime conmueve; lo bello complace.
Julio María Sanguinetti
©Julio María Sanguinetti, para Hermenegildo Sábat Retratos Esenciales en ZINK Salón Privé, ZINK industrias creativas. Reproducido con autorización.
Montevideo, Uruguay. Agosto, 2022
¿Es bella la imagen de Louis Armstrong que emblematiza esta muestra? Nadie lo diría, pero ese rostro, esa sonrisa, esa boca, están en lo esencial del personaje. Quien lo escuchó alguna vez lo vuelve a oír, con su ronca voz aguardentosa; quienes tuvimos, además, la suerte de poder verlo, retornamos a su irrepetible imagen y a su torrencial simpatía.
Ni hablar que nada de bello hay en la mirada del retrato de Picasso, el rotundo ojo de un genio a quien es más fácil admirar que querer… Rigor, exigencia, penetración, en la mirada de un Torres García, geometría y clasicismo… No falta el reflejo dramático en un Edgar Allan Poe o en un humorista como Buster Keaton.
¿Y Gardel? Es otra cosa: la imagen es bella, que en ocasiones puede ser compatible con lo sublime. En el caso, en la mirada profunda, la imagen nos define un tiempo histórico, desde el borsalino hasta la chalina de seda. Es un ícono. Su esencialidad es histórica. Como Marilyn, en que lo bello conmueve porque está sublimado por la sensualidad, que fue su gloria y su tormento. Cuando Onetti vio la primera versión del retrato de la actriz le dijo a Menchi: “muérase de hambre, pero no lo venda”, y en buena hora él sobrevivió muchos años y el cuadro está, donde también Onetti, en 1964, profetizó: el Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo.
Sábat en ocasiones muestra imágenes bellas, como la de Mary Casatt, Bessie Smith o Amedeo Modigliani, pero esa belleza es natural, no está buscada, que es la trampa que puede llevar a la frivolidad.
Estos retratos tienen detrás un caricaturista, ese nobilísimo arte que alumbró Annibale Carracci y Daumier elevó a la altura mayor del dibujo, junto a Delacroix e Ingres en opinión de Baudelaire. Sin embargo, no siempre se ha entendido la altura del oficio del periodista que con la imagen describe, exalta o condena, historiador de lo instantáneo que para siempre congela un momento o un episodio. Lo hizo Menchi toda su vida, con cariño a veces, con acidez en otras, pero con esa mirada que alumbra el detalle característico, el gesto que define. Decimos que está detrás porque estos retratos llevados a la excelencia artística suponen el valor plástico de la línea, al tiempo que emergen de un espejo que detrás de la identidad fisonómica del rostro, revelan una psicología, definen un carácter, como el Inocencio X de Velázquez o el Federico de Montefeltro de Piero de la Francesca. Eso es un retrato. Esos son retratos. Esenciales, como bien se dice. Más sublimes que bellos en la aguda definición kantiana.
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En el caso de esta muestra, nos importa también el autor, su personalidad. No solo por nuestra vieja amistad sino porque su condición de retratista también define su imaginario. La mirada del artista carga al modelo con los parámetros de su propio yo. Nadie está allí por casualidad. Los jazzistas como los tangueros se definen por su autenticidad, no por la simple popularidad. Los artistas y músicos son los que le provocan. Los poetas, los que ha sentido más cerca de su vida, como Jorge Luis Borges u Oliverio Girondo, inevitables referencias de su vida porteña. En su mirada política, no están los que no quiso sino lo que respetó, José de San Martín y el entrañable Raúl Alfonsín, a quien también él consideró un prócer. A los demás tuvo que caricaturizarlos, pero no más.
Su condición de periodista le enfrentó muchas veces a la intolerancia de los intolerantes. A la amenaza. Siguió adelante, en ejercicio de su insobornable libertad. Hacemos hincapié en este concepto: nunca respondió a influencias ni mandatos, solo a esa convicción que le movía tanto a la indignación como a la benevolencia. Era su carácter. No diría “furioso”, como dijo Onetti, pero sí acerado, detrás de una actitud de cierta timidez, que le alejó siempre del aplauso fácil.
Nuestra amistad nació en el diario ACCION de Montevideo, que dirigía un gran demócrata, Luis Batlle Berres. Periodísticamente lo conducía un formidable hombre del diarismo argentino, Pancho Llano, histórico jefe de redacción en Crítica y el primer Clarín, quien había recalado en Uruguay en los tantos avatares de la vida argentina. No era una empresa rica, pero la redacción un lujo, con Ángel Rama como critico de teatro, María Freire (hoy en el Pompidou) comentando de arte, el ya mencionado Onetti -haciendo lo que cayera- o nuestros dibujantes, el “gallego” Leopoldo Novoa, formidable pintor y ni hablar de Menchi, por entonces un joven que se iba abriendo camino.
Hijo de una típica familia de la legendaria clase media culta del Uruguay del primer medio siglo XX, con un abuelo (Hermenegildo también) eminente profesor y un padre que llenó una etapa formidable en la vida cultural uruguaya: profesor de literatura eminente, director histórico de institutos de enseñanza, conferencista, que desde una buena hora una calle en Montevideo le recuerda. Su madre, Matilde Garibaldi, argentina, historiadora genealogista, le acompañó también en sus cruzadas por las grandes causas internacionales de la libertad. De modo que nuestro artista no fue como fue por casualidad sino como un caudal de notables afluentes.
En el diario tenía su lugar. Era emblemático. En una enorme sala de redacción, su mesa de trabajo estaba atrás de una columna, al lado de una ventana que miraba al epónimo río, llamado mar por los montevideanos. Allí trabajaba, ajeno a todo. Su lugar también ha quedado en Clarín, fijado en el recuerdo de sus compañeros.
Después de ACCION fue a El País de Montevideo y un cierto día dejó la jefatura de ese gran diario, para no convertirse en un “burócrata”. Así marchó a Buenos Aires, a hacerse un camino, hasta que llegó a CLARIN y construyó, en cuatro largas décadas, una obra maestra de periodismo y arte.
Por suerte nos seguimos viendo, en Montevideo, cada vez que recalaba, con Blanca, en su ciudad natal. El arte y la libertad eran nuestros temas. Sin olvidar a Peñarol, culto que compartíamos, con él, Marta mi esposa y el arquitecto Enrique Benech, amigo suyo también desde los lejanos tiempos de ACCION.
La nostalgia es ambivalente. Incluye la penosa sensación de la ausencia, pero también la insoslayable calidez de los recuerdos gratos y la inmensa gratitud de haber disfrutado de la amistad de un grande. Un grande que lo fue de verdad, sin proponérselo. Casi a su pesar.
Acerca del artista y su obra
HERMENEGILDO SÁBAT
Hermenegildo Sábat (Montevideo 1933 – Buenos Aires 2018) fue una de las personalidades más llamativas de la cultura del Cono Sur. Residente en la ciudad de Buenos Aires, Argentina desde 1966 y ciudadano argentino desde 1980, por 45 años sus comentarios periodísticos en forma de caricatura se publicaron en el principal matutino porteño Clarín, convirtiéndose sobre todo en periodos en que la libertad de expresión se vio seriamente limitada, en una de las voces más prestigiosas.
Artista plástico y docente, publicó una veintena de libros acerca de sus pasiones: la pintura, la música, la literatura, la actualidad argentina e internacional. Su trayectoria fue distinguida con varios premios importantes, entre ellos Personalidad Emérita de la Cultura Argentina (Secretaría de Cultura de la Nación 1997), el María Moors Cabot Award (Periodismo, Columbia University, New York 1988) y el premio Nacional Pedro Figari de Pintura (Montevideo 1997). En el 2005 recibió el Premio Homenaje de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que dirige Gabriel García Márquez.
Realizó numerosas exposiciones de dibujo, pintura y fotografía en la Argentina y en el exterior, siendo las más notables sus retrospectivas en el Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires 1997), el Museo Nacional de Artes Visuales (Montevideo l998), el Museo de Arte de San Pablo (1984) y el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro (1997).
Sus trabajos fueron publicados en varios de los principales medios periodísticos y gráficos del mundo: The New York Times, L'Express, American Heritage, Punch, O Globo, etc. Durante seis años publicó y editó la revista de Artes Visuales Sección Aurea, ganadora de varios premios de diseño, entre ellos el del Art Director's Club de New York.
En 1997 fue nombrado Ciudadano Ilustre de Buenos Aires. En el 2003 le otorgaron el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Montevideo, Uruguay. Dirigió la Fundación Artes Visuales desde 1986 hasta su fallecimiento.